Refugiando entre cortinas la luz de tus pestañas, aprendiendo a gatear por si resbalas. Sabiéndonos lucero en el reflejo del agua, arropándonos en el mar cada mañana...
Dos cafés más y despierto.
Otro susurro, no recuerdo que la vida estuviese destinada a colorear cuentos del tamaño de tu sonrisa, como quien pretende no entender que para volar se hizo de noche.
Los gritos en la calle hablan del amor, desnudo y sin miedo, que a veces golpea entre muros de contingencia a quienes se atreven a despegar los párpados. O de la dulzura con que el rocío camufla las imperfecciones de unos pétalos sorprendidos por el verano.
Dos porqués más y devuelvo, el arte de entregar de mano en mano la verdad, por si decide quedarse a vivir en un campo que hace tiempo se olvidó de florecer.
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